La hora de los empresarios

Esta semana he podido publicar un artículo para Prensa Libre, el periódico líder en Guatemala, titulado La hora de los empresarios, en el que abordo la situación actual en Iberoamérica e insisto en el papel crucial del tejido empresarial en el futuro del territorio.

«Iberoamérica afronta la gran decisión. Lo que hagamos hoy condicionará el mañana. Es la hora donde la política importa y no es lo mismo una decisión que otra. Y el rol del empresario será clave: ayudar a tomar las mejores decisiones y formar parte de un proyecto de recuperación frente al que los estados están desbordados. Gobierno y empresarios pueden crear un círculo virtuoso, o no.

Para empezar la tarea hay que hacer ejercicio de humildad. Reconocer errores que, históricamente, se han cometido y comprometerse a una visión de país. Las empresas no van bien en un entorno que no prospera. Los empresarios lo saben y en esta crisis se han volcado en ayudar. Ahora es otra fase. La solidaridad necesita empresarios involucrados en crear un nuevo futuro en el que son necesarias ideas, proyectos y capacidad de invertir y crear empleo.

Ese ejercicio de humildad no significa falsa modestia. El empresariado iberoamericano vive lastrado por lo que un amigo llama el ‘síndrome de la gallina muda’: no airear los esfuerzos que despliega para ayudar en crisis como esta, en la que el sector ha demostrado solidaridad, sacrificio y generosidad. Siguiendo el símil, la gallina muda acaba en la sartén porque parece que ya no aporta valor.

En la pospandemia, al empresario le toca un rol más activo en el que ya no será tanto el objeto como uno de los sujetos protagonistas en la tarea de diseñar el futuro: por su capacidad de emprendimiento, poner en marcha proyectos novedosos o liderar la salida de la crisis. Es vital que sea escuchado por las administraciones y gestar iniciativas público-privadas, claves para salir de la crisis. Hoy necesitamos sumar a quienes puedan ayudar a los gobiernos a hacer posible lo imposible, salir de la actual situación con mínimo sufrimiento de los más débiles y nuevas oportunidades para el país.

Para lograr esa micro y macroinfluencia se necesita una narrativa creíble, un storytelling claro e ilusionante. Y también un storydoing. Es el momento de demostrar y hacerlo con hechos. Es básico contar mejor lo que se hace y cómo y por qué. Ese es el útil decisivo para quebrar viejos clichés en los que se sustentan históricas desconfianzas empresariado-sociedad. Es vital que el empresariado se dé a conocer a los grupos sociales para derrumbar antiguos muros. Se trata de combatir estereotipos reivindicando los atributos del emprendedor: pasión, valentía, riesgo, trabajo y resiliencia frente a fracasos y errores.

La construcción del futuro pasa por alcanzar un desarrollo inseparablemente unido a la sostenibilidad social y ambiental, con la Agenda 2030 como norte. No existe un mañana viable con sociedades desequilibradas y desestructuradas ni en un Planeta con recursos esquilmados. Y la crisis llega cuando toca adaptarse al cambio tecnológico, a la digitalización y la Inteligencia Artificial. Cada empresa tiene un reto, su propia transformación. Pero ahora toca sacar tiempo y dedicarlo también a la transformación de la sociedad.

Más confianza equivale a más recuperación. Hay que recuperar la confianza de algunos gobiernos en las empresas. Y la de las empresas en sus países. Solo sobre esa base se hallarán fuerzas y recursos para reconstruir. Y la confianza empieza en casa. No habrá inversión extranjera en países donde sus empresarios se sientan perseguidos y desistan de construir. Y tampoco habrá oportunidades donde los empresarios olviden que el bienestar social es proyecto común. El populismo no prosperará donde se perciba que el empresariado apuesta por una sociedad menos desigual y una economía más sostenible, innovadora y competitiva».

 

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